
A partir de ahora estaré publicando lo que tenga que ver con crítica de medios y sociedad en:
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Debo confesar que vi Cindy la regia por morbo después de la controversia que causó en redes sociales la opinión de la crítica de cine Fernánda Solórzano. Ella hablaba de una obra arriesgada que no caía en los clichés de las comedias románticas, dándole un respiro al género y siendo un gran logro para el cine mexicano mainstream. Ahora que la he visto, entiendo de dónde viene esta adulación: la película es transparentemente progresista, específicamente feminista y pro-LGBT+. Sin embargo, en su intento por ser políticamente correcta, el guion falla en crear un conflicto interesante y, extrañamente, evade hablar del clasismo, a pesar de que el personaje y la premisa se prestan naturalmente para explorarlo. ¿Estamos realmente ante un “parteaguas” en el cine mexicano, o nuestros estándares son tan bajos que un discurso social progresista básico eleva el valor de una película a niveles de admiración?
Ya conocía la tira de Ricardo Cucamonga de cuando estudiaba la prepa en Monterrey y me parecía muy acertada su representación de una chava de clase alta de San Pedro (una que otra compañera de clase era muy parecida). Con el paso del tiempo ya no conectaba con el humor/crítica social y dejé de seguirle la pista, pero cuando supe de la existencia de la película me entró la curiosidad: ¿cómo funcionaría un personaje que personifica el clasismo, hipocresía y doble moral de la clase alta regiomontana como protagonista en el cine? Inicialmente suponía que harían algo al estilo Nosotros los nobles, o tal vez parecido a las Niñas bien o Blue Jasmine de Woody Allen, donde una mujer privilegiada y clasista es confrontada con las desigualdades de clases sociales y el humor o drama resultar naturalmente de ahí. Pero no fue nada de eso, la solución de los realizadores del filme fue crear otro personaje superficialmente parecido al original pero eliminando sus defectos más pronunciados para hacerlo más digerible o likeable y de paso (intentar) crear un modelo a seguir feminista.
La nueva Cindy está reformulada para no incomodar a nadie, tal vez solo a la gente conservadora. Es excesivamente inocente, dulce, open mind, creativa y completamente adaptable al cambio. Su mayor defecto podría ser su ingenuidad, pero esto no le trae mayores problemas. Sus mayores sacrificios son no tener un novio rico y vender sus aretes caros para ayudar a alguien más. A pesar de la comprometida actuación de Cassandra Sánchez Navarro, el personaje resulta muy poco interesante al ser tan perfecta. Constantemente los demás personajes nos tienen que recordar lo excepcional que es la protagonista, halagándola por su inteligencia, buen gusto al vestir, su manejo del inglés, buen ojo para el diseño, su belleza, etc. Consigue un trabajo, amistades y pretendientes sin hacer gran esfuerzo. El resultado de todo esto es una historia completamente feel-good, pero hueca al momento de pretender dar sus enseñanzas feministas.
No quiero decir que las lecciones sean malas, pero están presentadas de una manera muy artificial, casi didáctica. En una ocasión Cindy expresa textualmente que ella tiene el derecho de “compartir su cuerpo” con quien ella desee y eso no tiene nada de malo. O en el clímax de la película, Cindy rescata de su familia homofóbica a la novia de su prima, literalmente entrando a su casa y dando un discurso de cómo hay que ser uno mismo para ser feliz. Por momentos parece que uno está viendo un capítulo de La rosa de Guadalupe progre.
Me parece muy peculiar cómo el guion de María Hinojos pretende dar lecciones de empoderamiento femenino, pro diversidad, sexualidad libre y demás, pero evita a toda costa explorar el clasismo y racismo que caracteriza a la clase alta mexicana, a pesar de tener el vehículo perfecto para hacerlo. Por ejemplo, creo que nadie utiliza la palabra “naco” ni una sola vez, a pesar de estar en el léxico común de este tipo de personas. Esto es una oportunidad desaprovechada, que ignora lo que hizo al personaje original popular en primer lugar. Las aventuras de Cindy en CDMX no tienen consecuencia alguna, incluso al final la protagonista regresa a Monterrey y se reintegra perfectamente a su círculo social, más “empoderada” suponemos, pero no hay manera de comprobarlo porque no interactúa con nadie, ni con su mamá con quien tuvo una fuerte discusión sobre el sexo casual ni con su amiga que le advirtió que no se fuera a “deschongar”. A pesar querer ser una comedia romántica subversiva, predeciblemente termina emparejada con el chico “pobre” de buenos sentimiento, que de igual manera a nadie en Monterrey le importa. ¿Tal vez su entorno no era tan malo en realidad? Quién sabe, el punto de la película es pasarla bien.
En comparación con una comedia mexicana de Omar Chaparro y Martha Higareda, definitivamente hay una intención intelectual distinta en Cindy la regia. Quiere dar lecciones importantes de vida, sobre todo para mujeres jóvenes, pero lo hace a base de cucharadas de azúcar. El humor de comparaciones Monterrey VS CDMX en ocasiones sí es chusco y los personajes pueden ser muy tiernos por ser tan inofensivos, pero la falta de conflicto, esencial para un buen guion, hace de esta una historia aburrida. El corazón está ahí, pero el cerebro no.
“En esta vida no todos obtienen lo que quieren”, le dice el ama de llaves a Eve casi al final de La camarista, tras negarle un merecido ascenso. Este primer largometraje de Lila Avilés nos enfrenta a esta realidad, la de miles de personas cuyo empleo no tiene reconocimiento o recompensa satisfactoria, aquellos trabajadores invisibilizados que contribuyen a que el sistema siga funcionando. La mirada sobria de Avilés, casi documental, hacia este mundo no pretende dar una moraleja sino ser un campo fértil para la reflexión.
La camarista guarda algunas similitudes con Roma de Alfonso Cuarón al ser un slice of life de una trabajadora cuya labor no siempre es bien agradecida por sus empleadores. Evelina (Gabriela Cartol) es una chica de 24 años que tiene que trabajar en un hotel ejecutivo para mantener a su hijo. La mayor parte de su vida transcurre dentro del edificio donde labora, donde la gente alrededor de ella espera resultados y subordinación. El trato con los huéspedes es prácticamente nulo, algunas veces indigno, siempre bajo una dinámica implícita de sumisión, pues los únicos deseos que importan son los del cliente.
Eve recupera su humanidad momentáneamente cuando habla por teléfono con su hijo, un recordatorio de que debe aguantar el día a día por el bien mayor. Su relación con otros empleados, particularmente Minitoy, también ayudan a mitigar el tedio y dan un escape momentáneo a las repetitivas y arduas tareas de Eve. Pero la protagonista no está resignada a su condición actual, sus acciones indican que quiere superarse, sin embargo las condiciones de su entorno no siempre lo permitirán. Cuando no le dan un esperado ascenso o las clases para empleados son abruptamente canceladas, no hay lugar para la queja. Hay más habitaciones por asear y el sistema no permite que alguien sea improductivo.
A diferencia de Roma, cuya fotografía y dirección creaban cuadros hermosos, casi poéticos, que enaltecían escenas cotidianas, en La camarista las imágenes son claustrofóbicas y opresivas, llegando incluso a ser abstractas ocasionalmente. Sin recurrir al melodrama y libre de idealizaciones, entendemos perfectamente la frustración y enojos de Eve. Cuando las adversidades llegan, no tenemos opción más que absorberlas y guardarlas, pues rara vez se nos permite la catarsis.
La película de Avilés no tiene necesariamente el objetivo de entretener: es lenta, silenciosa y no está preocupada por crear escenas dramáticas si no son necesarias. El disfrute de ver esta obra está directamente ligada a la capacidad de empatía y esfuerzo intelectual que se quiera emplear. Ver a Eve trabajar a solas en tareas mundanas como tallar una bañera o atendiendo a personas ingratas, sin ningún tipo de exageración, deja en el espectador la tarea de encontrarle significado.
Personalmente, La camarista (al igual que Roma) me parece una película imprescindible para comprender el México en el que vivimos, para tener una visión más amplia que vaya más allá de la vida de la gente rica y su opulencia o los problemas de violencia que vive el país. La desigualdad social, el clasismo y el racismo son un lado oscuro del país que no queremos ver (en el cine), por eso es importante enfrentarlo y mostrarlo honestamente. Por eso es importante dignificar y darle voz a aquellos que la sociedad nos ha hecho pensar que no importan. Eve es un personaje digno, fuerte y que no se da por vencido a pesar de que a su entorno no le interesa si triunfa o no. El final abierto no nos da un indicio sobre su futuro, si su vida será buena o mala. Eso ya es decisión del espectador, así como pensarlo dos veces antes de hacer un tiradero en un hotel porque “alguien más lo va a limpiar”.
Si no todos vamos a cumplir nuestros sueños, debemos aprender a encontrar la felicidad en las cosas pequeñas. Yo quisiera creer en el goce de aprender algo nuevo, de platicar con los amigos, de leer por gusto o incluso de la esperanza de recibir un vestido rojo del lost and found.
Ilustración para un proyecto personal. Es un cuadro de la película mexicana El lugar sin límites. Aquí está el proceso del primer sketch a final en limpio.